En la Boca del Correntoso

Por Luis H. (Chiche) Aracena

ANECDOTA DEL AÑO 1974 EN LA BOCA DEL CORRENTOSO,

VILLA LA ANGOSTURA, NEUQUEN

     En aquel entonces, yo vivía en Río Grande, Tierra del Fuego.

     Con la mejor intención de conocer y pescar en la ya famosa "Boca del Correntoso", envié mi auto como carga en un camión hasta el Automóvil Club de Bahía Blanca, mientras yo viajé en avión, recogí el vehículo y partí hacia la cordillera (Debemos recordar, que en Noviembre y en aquel entonces, la ruta Nº 3 era casi intransitable para un auto). Realicé el viaje tal cual estaba planeado, arribando a Villa la Angostura tres días después de salir de casa.

     Encontré un lugar agradable para acampar en el recién inaugurado Camping Municipal en la orilla del lago Correntoso. Luego de armar la carpa y acomodar los bártulos, me dirigí al estacionamiento del Hotel Correntoso. Dejé el auto adonde no pudiera molestar a nadie. Muy entusiasmado pero algo temeroso, ya que había escuchado comentarios sobre que podía encontrar dificultades para bajar a pescar, ya que "La Boca" está ubicada en terrenos de propiedad del hotel, comencé a armar mi miserable cañita Nº 7 de bambú ¡Alemana! (Quizá fue la única que fabricaron), imagínense ustedes también la vergüenza que me embargaba desde ya, sabiendo los equipos que tendrían allí abajo. Sin embargo, me tranquilizaba pensando que en el agua las cosas no debían ser peores que en el Río Grande.

     Así las cosas, ya embalado en el proceso de armado, se acerca un señor y me pregunta si yo estaba alojado en el hotel, ante mi respuesta negativa, preguntó: ¿Entonces es invitado de algún pescador? (Sonamos, pensé yo mientras se amontonaban en mi cabeza tantos kilómetros y tantas dificultades y ahora esto?), No amigo, soy un turista de paso no más, respondí. Ah, pero entonces, ¿se va a alojar en el hotel? (Insistió el señor). No, muchas gracias señor, pero estoy acampando aquí cerca, y voy a pescar un par de días en "La Boca". . . . ¡Acampaandoo! (Imagino que se le debe haber escapado) (dijo mientras ponía ojos de no poder creer lo que oía), ¿y pesca con mosca?. Porque mire que aquí solo se pesca con mosca Eeeh!. Sí, tranquilo que yo algo sé de eso (Claro, para ubicarlos a ustedes en la época, solo personas con apellidos difíciles de escribir pescaban con mosca en Argentina, y lógicamente, ¡ninguno de ellos solía acampar!).

     Bueno, respondió el señor (ahora pienso que estaba resignado), ¡voy a tratar de que lo dejen bajar!.

     "¡Que lo dejen bajar!". ¡Yo creo que a estas alturas de mi proceso mental, no me paraban ni con la policía!.

     En aquel momento, la única forma de llegar al lugar de pesca, era o nadando, o bajando por el terreno del hotel. Antes de llegar a las escalinatas que bajaban hasta la orilla, había un cartel que decía: "acceso solo para huéspedes del hotel". Al año siguiente y posteriores, modificaron este cartel quitando la palabra "solo". (Adjunto en este archivo, una fotografía del último cartel mencionado). Además, inmediatamente antes del cartel, había una puerta de malla de alambre, que en esa oportunidad encontré abierta, y bajé sin mayor problema.

     Al año siguiente en cambio, la encontré cerrada y no me dejaban bajar, porque se estaba desarrollando un "concurso privado de pesca con mosca!", ¿Concurso privado? Pensé yo, pero esa es otra historia.

     Tuve mucha suerte ese día. Pesqué más de 20 truchas (alguna de las cuales pesó quizá unos seis kilos), hasta las 14:30, hora que me retiré dando por finalizada la que fue una de mis mejores jornadas de pesca de toda mi vida, y como verán luego, uno de los momentos que recuerdo con más cariño durante esta corta vida de pescador.

     Cabe pormenorizar, que en ese entonces, nadie devolvía las truchas, y eran famosas las matanzas y las truchas acopiadas en los freezer del hotel, con una tarjeta cada una indicando el nombre del dueño. La historia nos recuerda pescadores que se retiraban después de unos días, llevando quizá 100 truchas en cámaras especiales, que sus choferes venían a buscar, desplazando vehículos especialmente para ello desde Buenos Aires o Mendoza (Así vive en mis recuerdos).

     Continuando con ese primer día de pesca, cuando los turistas, y especialmente los trabajadores del hotel vieron que un pescador devolvía todas las truchas que pescaba, salieron a un balcón que corre a todo lo ancho de la parte de la cocina, y comenzaron a ¡aplaudir!. Recuerdo muy bien, como si fuera hoy, los cocineros con su gorro blanco y las esposas de los huéspedes, aplaudiendo fuertemente cada trucha que, entrada tras entrada era devuelta con calma y seguridad.

     Cuando me retiré esa tarde, varios pescadores devolvían las truchas, y no me cabe duda que, algunos de ellos lo hacían por primera vez en su vida.

Luis "Chiche" Aracena.